Una noche que no debe quedar en el olvido
- José Scarano

- 29 jul
- 3 Min. de lectura

La historia argentina está marcada por episodios que revelan los peligros de las políticas de intolerancia y la consecuencia del autoritarismo en la convivencia democrática. Uno de los momentos más trágicos y simbólicos en ese sentido fue la Noche de los Bastones Largos, ocurrida el 29 de julio de 1966, un hecho que aún resuena en la memoria colectiva y que, con una mirada reflexiva, puede verse como una advertencia sobre los caminos peligrosos que puede tomar el discurso del odio y la intolerancia.
En aquella oportunidad, la represión por parte de las fuerzas policiales en la Universidad de Buenos Aires no solo fue un acto de violencia física, sino también un intento de silenciar y restringir la discusión académica, el pensamiento crítico y la autonomía universitaria. La imagen de estudiantes y docentes siendo golpeados y dispersados con brutalidad invita a pensar en cómo, en diferentes momentos de nuestra historia, el autoritarismo y el desprecio por las voces disidentes han procurado instalar un clima de miedo y sumisión.
La intolerancia, en sus distintas manifestaciones, termina siempre en heridas profundas que afectan no solo a las víctimas directas, sino también a la sociedad en su conjunto, socavando los principios fundamentales de la democracia. En la actualidad, podemos realizar un paralelismo a partir del discurso agresivo que algunas figuras públicas, empezando por el Presidente de la Nación, llevan adelante desde una retórica que en ocasiones induce al desprecio por las instituciones, por los actores políticos con diferentes ideas y por los sectores que estos representan. La utilización del lenguaje del odio, en sus diversos formatos, fomenta un ambiente dividido, donde la tensión social se alimenta de la descalificación y la confrontación permanente. Cuando el odio se normaliza y se legitima, la convivencia democrática se ve seriamente amenazada.
La forma en que se tratan y desafían las ideas diferentes, si se basa en el desprecio y la exclusión, termina generando una sociedad más polarizada y frágil. Cuando nos referimos a eventos de la magnitud de la Noche de los Bastones Largos, no podemos permitirnos permanecer en lo superficial del hecho en sí mismo, sino que la claridad aparece en sus consecuencias: más de 1.300 destacados académicos argentinos renunciaron a sus cargos, provocando una fuga masiva de cerebros, con más de 300 docentes emigrando al extranjero.
La represión también consolidó alianzas políticas entre sectores tradicionalmente distantes, quienes encontraron una causa común en la oposición a la dictadura. Este acercamiento contribuyó a fortalecer la resistencia popular y sentó bases para futuras coaliciones políticas que llevarían al debilitamiento del régimen militar y al eventual retorno del peronismo al poder.
La democracia es mucho más que un sistema de gobierno, es un espacio donde el respeto por las diferencias y el diálogo abierto deben prevalecer. Aferrarse a estos valores nos ayuda a evitar caer en los mismos errores del pasado y a construir una sociedad basada en la inclusión, la justicia y la solidaridad.
Por todo lo dicho, es fundamental que, como ciudadanos, estudiantes, trabajadores, es decir, como compatriotas al final de todo, exijamos y promovamos siempre discursos que impulsen la paz y el respeto. El pasado de la Argentina, con sus luces y sombras, nos recuerda que la historia no solo está escrita en los libros, sino que la podemos revivir en cada acto cotidiano en el que elegimos el respeto por el otro. La intolerancia, la violencia y el odio solo dejan heridas abiertas, mientras que la empatía y la aceptación pueden sanar y mejorar nuestro entorno.
En definitiva, la memoria de la Noche de los Bastones Largos debe fortalecernos en la lucha contra el autoritarismo; siempre, en todo lugar, será más fuerte una sociedad que respeta las voces distintas y que construye desde el diálogo, que una que decide dirigir la discusión política desde la descalificación vacía.
Solo así podremos dejar atrás las heridas del pasado y forjar un futuro en el que la libertad, la justicia social y la diversidad sean los pilares fundamentales de la Patria que deseamos.



Comentarios