Orgullo y lucha en tiempos de odio
- Mateo Morales - Frente Universitario

- 31 oct
- 3 Min. de lectura

El primero de noviembre nuevamente se celebra la Marcha del Orgullo, tiñendo de arcoiris el país y llenando cada rincón con el grito de libertad, palabra tan manchada hoy en día con los nuevos discursos conservadores. La primera marcha argentina tuvo lugar el 2 de julio de 1992 en Buenos Aires, con aproximadamente 300 personas bajo la consigna “Libertad, Igualdad, Diversidad”, y con las caras ocultas bajo máscaras por el miedo al posible reconocimiento. Hoy, después de 33 años, somos más de un millón de personas defendiendo un ideal y nuestra identidad, mostrándonos sin miedo y, a pesar del tiempo, con una consigna que se mantiene intacta.
Nuestra existencia se sostiene sobre derechos conquistados en gobiernos populares, como la Ley de Matrimonio Igualitario, la Ley de Identidad de Género, el Cupo Laboral Trans y la creación del INADI. Estos logros colectivos no deben desaparecer con la intolerancia, porque en un país pionero en la ampliación de derechos como el nuestro, no podemos permitir que laven nuestros colores con su violencia, con su desdén. Porque nos negamos a ser silenciados, a ser devueltos a un clóset que se rompió con la lucha de quienes nos antecedieron.
La historia nos marca el camino, y días como estos nos recuerdan que necesitamos de cada compañere para ser más fuertes. La solidaridad, el abrazo y el apoyo mutuo son el corazón del movimiento; y es que no nos rendimos ante un momento donde la extrema derecha avanza, donde se siembra rechazo en nombre de una supuesta libertad y donde las conquistas de la comunidad LGBTIQ+ se ven vulnerados. Es en esos momentos cuando las calles se convierten en un instrumento de resistencia, y se hace evidente que la militancia no se expresa únicamente marchando, sino acompañando, abrazando y sosteniendo.
El amor vence al odio y, contrario a lo que nos quiere hacer pensar el presidente y todo su séquito, no hay nada por lo que sentirse avergonzado. Como dijo el activista Carlos Jáuregui, fundador de la ONG Comunidad Homosexual Argentina el 16 de abril de 1984:
“En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política.”
Otra de nuestras grandes figuras públicas es Paco Jamandreu, también conocido como 'La Paquita’, gran amigo y modista de Eva Perón. Su existencia misma fue un acto político, una ruptura con la hipocresía de su tiempo, en los años 40, donde ser disidencia era casi pecado. Él siempre estuvo orgulloso de quién era, fue la voz de mucha gente que todavía no podía verse públicamente:
“Yo creo que mi moral no es dudosa en absoluto: yo siempre dije que era homosexual y eso no tiene nada de inmoral.”
Argentina está llena de personajes históricos pertenecientes al colectivo, y es que la grandeza no distingue géneros, sexualidades u oficios. En manifestaciones como la del sábado no sólo los recordamos, sino que reivindicamos su lugar en la historia y su defensa permanente por nuestras libertades ganadas.
En la pluralidad reside nuestra mayor fortaleza. El orgullo no se negocia. Este primero de noviembre, más que nunca, volvemos a las calles, con la certeza de que nuestra identidad, nuestra autonomía y nuestra memoria colectiva se defienden con amor, lucha y memoria viva. Este no es solo un desfile, es una revolución, una manifestación que no termina, porque mientras exista una persona sin derechos, la causa sigue. Les necesitamos a todes, porque ni este gobierno ni sus discursos de odio nos van a hacer retroceder, el sábado el espacio público se llena de banderas políticas en garantía de todo lo que construimos, porque no hay derechos garantizados para siempre, cada avance puede retroceder si no se defiende.
Esta marcha es mucho más que una celebración, es un signo de resistencia.



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