BA Ajusta
- Guada Gómez - Frente Cultural

- 11 sept
- 4 Min. de lectura

¿Qué lugar ocupamos los docentes en una ciudad donde enseñar parece volverse prescindible?
El 11 de septiembre se conmemora el Día del Maestro, una fecha dedicada al homenaje de quienes enseñan, cuidan y aportan valiosamente en la vida de cientos de estudiantes. Bien sabemos que esta profesión, a pesar de su innegable aporte a la sociedad, es de las más castigadas social, política y económicamente. Pero lo que ocurre este año es algo fuera de serie: en la Ciudad de Buenos Aires, el cierre de grados, de escuelas y la implementación de planes escolares de corte neoliberal se convirtieron en los principales protagonistas del declive educativo y de la reconfiguración del sentido mismo de la educación pública.
Ajuste y cierre en las escuelas primarias
En este contexto, los cierres de grados y de escuelas se vuelven la expresión del ajuste extremo en educación. Según denuncias de sindicatos y comunidades escolares, en varios distritos se eliminaron secciones completas, forzando a que cursos superen los treinta alumnos. En la Escuela N° 3 DE 7 “Primera Junta”, por ejemplo, de tres primeros grados se pasará a dos. Mientras que en La Paternal se anunció el cierre de la Escuela Primaria N° 16 DE 14. Esto muestra que lo que se presenta como una reorganización administrativa significa, en la práctica, pérdida de puestos de trabajo docente y debilitamiento del derecho a la educación pública de calidad.
La escuela es más que un espacio de transmisión de saberes: es lugar de contención para diferentes sujetos y realidades, de enseñanza de normas sociales y de construcción de consensos e identidades. Por eso, cuando la gestión de Jorge Macri elige cerrar una escuela y agrupar grados para “ahorrar presupuesto”, no solo recorta recursos: redefine qué vale la pena ser enseñado y aprendido, y quiénes tienen derecho a ello.
La agrupación de secciones no solo precariza el trabajo docente, y deja sin trabajo a unos cuantos, sino que empeora las condiciones pedagógicas y avanza en la exclusión de estudiantes que ya enfrentan desigualdades estructurales, muchas producto de la misma ineficacia del gobierno que los relega a esta situación.
Es un hecho que la tasa de natalidad disminuyó significativamente, y en algunos barrios de la ciudad deviene en menos matriculados. Ahora bien, este contexto podría ser la oportunidad para fortalecer las trayectorias escolares, aprovechando que menos estudiantes por aula permitiría un acompañamiento más cercano, personalizado y con mayores posibilidades de éxito educativo. Sin embargo, el gobierno del PRO, ahora vestido de violeta, elige transformar esta realidad en una excusa para ajustar, en lugar de invertir en más calidad y equidad para la educación pública.
“Inclusión plena”: La máscara del desfinanciamiento de la escuela especial.
El complejo escenario que atraviesa la educación también se vive en las escuelas de educación especial. En CABA se inauguró un nuevo diseño curricular que, entre las nuevas políticas educativas, destaca la de “inclusión plena”. Esta política implica en realidad un vaciamiento de la modalidad de educación especial: menos docentes y profesionales de los equipos interdisciplinarios dentro de las escuelas de este escalafón. La “inclusión” que se promueve para los estudiantes con diferentes tipos de discapacidad es en instituciones que no cuentan con la infraestructura ni con el personal adecuado: Aulas sin accesibilidad, falta de materiales específicos y docentes no especializados hacen que esta medida se transforme en un obstáculo para el aprendizaje en lugar de una oportunidad de integración real.
La responsabilidad recae sobre las maestras que no fueron formadas para abordar la complejidad de la educación especial y que ven multiplicadas sus tareas y limitadas sus posibilidades pedagógicas. De esta manera, lo que se presenta como inclusión termina siendo un mecanismo de ajuste que precariza las condiciones de enseñanza y vulnera el derecho de los estudiantes con discapacidad a una educación de calidad. Todo parece indicar que la filial porteña del gobierno libertario no quiso quedarse sin su propio golpe las personas con discapacidad.
BA Aprende ¿Plan estratégico o la decadencia del saber?
La reforma “BA Aprende” se presenta como un plan estratégico para elevar la calidad educativa en las secundarias, pero sin duda representa lo contrario: una profundización de la precarización docente y el desmantelamiento de muchos saberes. Al imponer evaluaciones estandarizadas y criterios externos, se desconoce el trabajo cotidiano de las y los docentes, reduciendo la enseñanza a resultados medibles, cuando sabemos que la educación es mucho más que ello, y es imposible medir todas las aristas que la atraviesan. Parece que más que una herramienta para mejorar, “BA Aprende” opera como un dispositivo de control que deviene en la pérdida de criterio y decisión de los docentes.
El conocimiento se fragmenta y se vuelve instrumental. Esto ocurre porque la reforma centra el eje en Lengua y Matemática, relegando áreas como arte, historia, filosofía o ciencias sociales, que resultan esenciales para el desarrollo de una mirada crítica, a un segundo plano, pierden horas cátedras y se reducen sus contenidos.
Pareciera que esta reforma no está pensada para aplicarse en una secundaria de esta ciudad, donde las instituciones colapsan en temas sobre la salud mental de sus alumnos (población que tras la pandemia y el avance desmedido de las redes sociales desarrolló un porcentaje alto de malestar emocional) y el gobierno no vela por las necesidades reales de este grupo etario.
BA Aprende no considera la complejidad de lo que sucede en las aulas. Así, se instala un paradigma donde lo importante no es aprender a pensar ni a cuestionar, desvaloriza áreas que colaboran con los saberes culturales y el desarrollo creativo. La política educativa que prima en CABA es la de formar estudiantes tabula rasa.
Gracias a la vocación de nuestros docentes.
En un contexto donde los sindicatos docentes no convocan, el gobierno no contiene y la economía no acompaña, la labor docente es tan indispensable, como frágil. No alcanza con la vocación de maestras y maestros: el futuro de los estudiantes no puede depender de la buena voluntad docente. Enseñar no es una acción prescindible, y debería ser reconocida con políticas, recursos y compromiso real.


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