El pasado 18 de mayo, las urnas marcaron un punto de inflexión.
- Candela Gonzalez y Facundo Buil
- 28 may
- 3 Min. de lectura
Una elección legislativa que dejó definiciones sobre el presente político de la Ciudad.

KNOCK OUT
Después de dieciocho años de gestión, el maxikiosco macrista se quedó sin vuelto.
Los porteños y las porteñas le pusieron un freno al abandono, al marketing sin proyecto, a la ciudad de cartón pintado. El PRO no llegó ni al 16%: su peor elección en su bastión histórico, la cuna donde nació como fuerza política.
Dos años de Jorge Macri terminaron de agotar una hegemonía que parecía blindada. Hoy, el macrismo ya no marca el pulso de la Ciudad: encarna la derrota.
TRIUNFO CON SABOR A POCO
Sin una marca propia en la Ciudad, La Libertad Avanza logró un inesperado primer puesto.
No hubo propuesta local, no hubo territorio, no hubo ideas. “Adorni es Milei”, repetía su gráfica callejera. Así plantearon la campaña: como un plebiscito nacional, montados sobre la figura presidencial para ganar una elección legislativa porteña.
Aunque lo festejaron como una victoria contundente, lo cierto es que sacaron apenas 40 mil votos de diferencia con la segunda fuerza, en una contienda marcada por la participación más baja en la historia del distrito.
MÁS QUE UNA SIMPLE LISTA
Con Leandro Santoro a la cabeza, Es Ahora Buenos Aires se consolidó como la segunda fuerza más elegida por los porteños y las porteñas, pisando fuerte en la agenda pública de la Ciudad.
De cada cien empadronados, quince eligieron a La Libertad Avanza y catorce al peronismo. Una diferencia mínima que deja en evidencia la potencia del proyecto que venimos construyendo.
Porque cada voto que recibimos no fue solo a un nombre, sino a un modelo de ciudad: más humana, más vivible.
De cuarenta y ocho barrios, ganamos veintiséis. El peronismo fue la fuerza más votada en todo el cordón sur, en los barrios históricamente postergados por la derecha. Y en el norte, en sus zonas de mayor peso electoral, nos mantuvimos como la principal alternativa, dejando en claro que también ahí hay una puerta abierta para disputar futuro; porque no hay rincón de la ciudad que no merezca ser parte de un proyecto más justo.
NADIE SE SALVA SOLO
La política en serio es para valientes. Y ser valiente hoy es disputar poder sin cinismo, es elegir la solidaridad cuando todo empuja al sálvese quien pueda, es seguir creyendo en la empatía cuando la crueldad se volvió una forma de comunicar. La competencia por ver quién es más violento se la dejamos a los cobardes, a los que no tienen nada que construir.
Son tiempos donde nuestras ideas no están de moda, donde el individualismo prima frente a la comunidad, donde la crueldad es moneda corriente y nos quieren hacer creer que la solidaridad es deficitaria. Bajo tal coyuntura, se vuelve un desafío representar nuestros valores sin caer en las formas de los circunstancialmente ganadores, pero nosotros nos sumamos a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones que no vamos a dejar en la puerta de entrada de este periodo de la historia.
No creemos en la política como forma de humillar al otro ni como espectáculo de odio. Creemos en la política como herramienta de transformación. Por eso seguimos. Porque si hay desencanto, es justamente nuestra tarea volver a encantar a quienes hoy se sienten ajenos a la política. Nos toca conmover, organizar, inventar. Pensar ideas nuevas, no conformarnos. Nos toca ser mejores, siempre mejores.
Esta elección también fue una victoria para quienes decidimos militar desde el principio, sin especular y sin poner nuestras prioridades individuales por encima del proyecto colectivo. Estuvimos donde había que estar, haciendo lo que había que hacer. No nos corrieron los resultados ni el clima de época. No perdimos la confianza en que el cambio se construye con otros, y que la política se transforma desde adentro. Hoy tenemos la certeza de que estamos en el lugar correcto.
Nuestra tarea es reforzar lo que ya construimos, formar cuadros, consolidar espacios. Porque el 18 de mayo no fue un techo: fue el punto de partida, el piso firme desde el que vamos a impulsar la victoria que viene.
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